Anorexia en la iglesia


Para la persona que padece algún trastorno alimenticio, la comida adquiere un protagonismo especial, casi religioso o mítico (le da un significado específico de acuerdo a diversos factores psicológicos y evolutivos) y cimenta en ella todos los pensamientos. Incluso los trances y hasta los triunfos y fracasos que se presentan, son protagonistas del dominio de su cuerpo y forman parte de su vida diaria haciéndose sentir superdependiente de esa idea.

La comida y la apariencia se convierten en la razón por la cual se acude, o no, a una fiesta o reunión; se evitan las visitas a los amigos en las horas de comida, se deja de salir a comer a restaurantes que sirvan comidas que “engordan” ingiriendo tan sólo una fruta o yogurt en todo el día; incluso llegan a identificar algunos alimentos como aliados, de manera que la comida controla la vida de las personas que sufren este trastorno.


Estas enfermedades por lo general aparecen en la adolescencia, entre los 13 y 20 años, ya que es un período en el que el cuerpo se va desarrollando y cambia de manera abrupta mientras que la imagen mental que se tiene del propio cuerpo, es mucho más lenta que su evolución fisiológica.

La familia también juega un importante papel en esos trastornos, ya que se originan en su mismo seno, y que pueden aparecer como síntomas de conflictos internos, personales y de tensiones en las interrelaciones padres-hijos-hermanos; entonces la familia no esta exenta de observación.


El perfil

Las personas que sufren anorexia y bulimia poseen un carácter obsesivo, lo que significa que se preocupan constantemente por el peso y la dieta. Sin embargo, la personalidad de estos pacientes es entre sí distinta. Así, la anoréxica suele estar considerada como "niña modelo": perfeccionista, excelente estudiante, con un nivel intelectual elevado y con tendencia a huir de los conflictos.

La anorexia nerviosa no sólo es renunciar a comer por miedo a engordar, también supone no gustarse a uno mismo, no aceptarse tal cual uno es. Existe una asociación entre la delgadez y la búsqueda de la perfección y de la felicidad, por ello, las personas afectadas restringen la cantidad de alimentos que comen. Una vez que la enfermedad ha avanzado se produce una deformación de la imagen corporal: la persona se ve gorda aunque no sea así.

Las causas, tanto de la anorexia como de la bulimia, son tan múltiples y variadas como enfermos las sufren. No obstante, el 80% de los casos aparece cuando se comienza una dieta de adelgazamiento sin ningún tipo de control médico. También se relaciona su inicio con la no aceptación de los cambios corporales durante la adolescencia, con un aumento acelerado de peso, con cambios significativos en la vida, con complejos relativos al físico, con problemas de relación.

En situaciones extremas de anorexia y debido a la pérdida de peso y al gran desgaste físico, la persona atraviesa estados de máxima desnutrición, pérdida del cabello, piel seca y amoratada, uñas quebradizas y frágiles, alteraciones hormonales que producen amenorrea (la regla desaparece), alto riesgo de osteoporosis, insomnio, hipotermia (se siente frío incluso en verano), estreñimiento y saciedad precoz,(con unos cuantos bocados parecen llenarse demasiado), bradicardia (se reduce el número de latidos por minuto del corazón), bajadas de tensión arterial, arritmias, probable paro cardiaco e inclusive la muerte (5-10% de los casos).

Tomar en cuenta el origen de la enfermedad es igual de importante que la solución al problema

No todo será de origen espiritual aunque sabemos que, en la mayoría de los casos, estas enfermedades se desencadenan por un desequilibrio emocional, proveniente de una situación adversa o simplemente una eventualidad que para el individuo significó la ruptura o el desenlace de un acontecimiento en su entorno (muerte de un padre, soledad, violencia, drogas, prostitución o simplemente el abandono de alguna de sus figuras de autoridad)
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Los cambios en la alimentación deben hacerse con prudencia. No es una actitud sensata presentar platos abundantes, porque los rechazarán. La introducción de alimentos que inicialmente no les atraen debe ser paulatina. Es preciso enseñar de nuevo a comer, procurando olvidar la creencia de que todo engorda y cambiar la forma de percibir las calorías y carbohidratos como enemigos destructores.

El campo espiritual

La oración para la liberación de ese espíritu debe ser acompañada por la asistencia médica y la constante supervisión del individuo.

No se recomiendan largos periodos de soledad, pero tampoco demasiada acción en la primera etapa de la recuperación. Las actividades ligeras, reuniones en familia o las salidas a la calle deberán ser bien consideradas y sugeridas; ya que uno de los pasos más difíciles es la integración social, puesto que se involucra el estado emocional y cómo se llega a percibir el paciente entre los observadores. Esta actividad se recomienda de forma acompasada: un paso a la vez.

Mostrar que la auto-observación puede ser sana, sin condenación y sin reproches ya que es la mejor manera de hacer que la persona empiece a confiar sus pensamientos de forma hablada (es mas común que escriban en diarios y trozos de papel que luego oculta).

Mientras, la Oración deberá ser contínua y bien organizada; en esto no hay mejor ayuda que el Espíritu Santo, ya que él nos guiará a toda verdad.

Como cristianos responsables, debemos elegir a una persona de la iglesia en quien nosotros podamos confiar para orar; ya que la exposición pública del problema, en el afán de querer ayudar, puede ocasionar severos daños que posteriormente afectarán incluso nuestra credibilidad y la imagen de ayudadores.

Ahí es, cuando el cristiano responsable de la ayuda espiritual, debe ser lo más discreto y leal con la persona en cuestión; ya que aquí, el lazo de confianza abrirá puertas a lugares oscuros o donde se encuentra rezagado el mal.

Ahora bien, podemos decir:
La oración puede contra todo!! Y así es, la oración abre puertas... pero nuestra lengua las cierra si no somos prudentes y menospreciamos el tema.

Jesucristo es el libertador, y en todo, absolutamente en todo caso, es mejor que Él intervenga para orientar nuestras fuerzas contra el problema, no contra el pariente o amigo; dentro de la iglesia hay casos de anorexia, bulimia y otros desórdenes de conducta; ignorarlos no nos hace más sabios o controlados, mucho menos logramos que el problema desaparezca.

Enfrentaremos este problema y lo quitaremos de raíz cuando reconozcamos que existe, y que ha perturbado las filas de jóvenes dentro de casa, a la vista de todos y al pie de oración... difícil de aceptar, pero así es.

Oremos y entreguemos a Jesús la carga, y pidamos perdón a nuestros jóvenes por el descuido, o quizá por tantas ocupaciones en el trabajo o la misma iglesia y la poca atención que les pudiésemos dar sin darnos cuenta.

Bendiciones.

Thabay D.


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